Versión: Isaías Garde
Doctor, usted dice que no hay halos
alrededor de las farolas de París
y que lo que veo es una aberración
causada por la edad, una dolencia.
Le cuento que me llevó toda la vida
llegar a ver esas lámparas de gas como ángeles,
llegar a suavizar, difuminar y al final desechar
los contornos esos que usted lamenta que yo no vea,
llegar a aprender que la línea que yo llamaba horizonte
no existe y que cielo y agua,
durante tanto tiempo separados, son el mismo estado del ser.
Cincuenta y cuatro años hasta llegar a ver
que la catedral de Rouen está hecha
de rayos paralelos de sol,
y ahora usted quiere restablecer
mis errores de juveniles:
nociones fijas de arriba y abajo,
la ilusión del espacio tridimensional,
la glicina separada
del puente al que cubre.
¿Qué le voy a decir para convencerlo
de que, noche a noche,
los edificios del Parlamento se disuelven
para convertirse
en el sueño fluido del Támesis?
No voy a volver a un universo
de objetos que se desconocen entre sí,
como si las islas no fuesen las hijas perdidas
de un gran continente. El mundo es flujo,
y la luz se convierte en aquello que toca,
se convierte en agua, en lirios en el agua,
por encima y por debajo del agua,
se convierte en lila, en malva, en amarillo
y en lámparas blancas y celestes,
pequeños puños que se pasan
el uno al otro la luz del sol
tan rápidamente
que tomaría demasiado tiempo capturarla, hacerla fluir
en los pelos del pincel.
¡Pintar la velocidad de la luz!
Nuestras sopesadas formas, esas verticales,
arden por mezclarse con el aire
y convertir nuestros huesos, piel, ropas
en gas. Doctor,
si usted pudiera ver
de qué manera el cielo atrae a la tierra hacia sus brazos
y cómo se expande el corazón al infinito
para reclamar este mundo, vapor azul sin fin.
Lisel Mueller – Monet Refuses The Operation
Doctor, you say there are no haloes
around the streetlights in Paris
and what I see is an aberration
caused by old age, an affliction.
I tell you it has taken me all my life
to arrive at the vision of gas lamps as angels,
to soften and blur and finally banish
the edges you regret I don’t see,
to learn that the line I called the horizon
does not exist and sky and water,
so long apart, are the same state of being.
Fifty-four years before I could see
Rouen cathedral is built
of parallel shafts of sun,
and now you want to restore
my youthful errors: fixed
notions of top and bottom,
the illusion of three-dimensional space,
wisteria separate
from the bridge it covers.
What can I say to convince you
the Houses of Parliament dissolves
night after night to become
the fluid dream of the Thames?
I will not return to a universe
of objects that don’t know each other,
as if islands were not the lost children
of one great continent. The world
is flux, and light becomes what it touches,
becomes water, lilies on water,
above and below water,
becomes lilac and mauve and yellow
and white and cerulean lamps,
small fists passing sunlight
so quickly to one another
that it would take long, streaming hair
inside my brush to catch it.
To paint the speed of light!
Our weighted shapes, these verticals,
burn to mix with air
and change our bones, skin, clothes
to gases. Doctor,
if only you could see
how heaven pulls earth into its arms
and how infinitely the heart expands
to claim this world, blue vapor without end.
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