Wallace Stevens (Reading (Pensilvania), 2 de octubre de 1879 – Hartford (Connecticut), 2 de agosto de 1955)
VersiĂłn: IsaĂas Garde
I
AsĂ como mis dedos sobre estas teclas
Hacen mĂşsica, estos mismos sonidos
En mi espĂritu hacen mĂşsica tambiĂ©n.
La mĂşsica es, por lo tanto, sentimiento, no sonido;
Y asĂ es como la siento,
Aquà en este cuarto, deseándote.
Evocar la sombra azulada de tu seda,
Es mĂşsica. Es como el acorde
Suscitado en los ancianos por Susana:
En un anochecer verde, claro y cálido,
Ella se bañaba en su jardĂn, mientras
Los viejos de ojos enrojecidos, al mirarla, sentĂan
Vibrar los bajos de su ser
En acordes embrujados, y su floja sangre
Pulsar los pizzicati del Hosanna.
II
En el agua verde, clara y cálida,
Susana reposaba.
Buscaba
El toque de las fuentes,
Y encontrĂł
FantasĂas encubiertas...
Suspiraba
Ante tanta melodĂa.
Se parĂł en la ribera,
En el frĂo
De emociones gastadas.
SentĂa, entre las hojas,
El rocĂo de
Viejas devociones.
CaminĂł sobre el pasto,
TodavĂa trĂ©mula,
Las brisas eran como sus criadas,
Sobre tĂmidos pies,
Trayéndole chalinas tejidas,
AĂşn vacilantes.
Un aliento en su mano
EnmudeciĂł la noche.
Se volviĂł-
Un cĂmbalo se quebrĂł,
Y rugieron los cuernos.
III
Pronto, con un ruido como de panderetas,
Llegaron sus asistentes bizantinas.
Se preguntaron por qué lloraba Susana
Ante los viejos ahĂ a su lado;
Y mientras susurraban, la cantinela
Era como un sauce barrido por la lluvia.
Hasta que la llama alzada de sus lámparas
RevelĂł a Susana y su vergĂĽenza.
Entonces las bizantinas de sonrisa idiota
Se escaparon, con un ruido como de panderetas.
IV
La belleza es momentánea en la mente-
Es el trazo desparejo de un pĂłrtico;
Pero encarnada es inmortal.
El cuerpo muere; la belleza del cuerpo pervive.
AsĂ las tardes mueren, en sus verdes marchas,
Una onda que fluye interminablemente.
AsĂ mueren los jardines, sus mansos alientos perfumando
El manto del invierno, hecho arrepentimiento.
AsĂ mueren las doncellas en la auroral
CelebraciĂłn de un coro de doncellas.
La mĂşsica de Susana tocĂł las cuerdas soeces
De esos viejos blancos; pero, al escapar,
Solo deja los irĂłnicos deshechos de la muerte.
Ahora, en su inmortalidad, pulsa
La nĂtida viola de su memoria,
Y hace un constante sacramento de alabanza.
Peter Quince at the Clavier
I
Just as my fingers on these keys
Make music, so the selfsame sounds
On my spirit make a music, too.
Music is feeling, then, not sound;
And thus it is that what I feel,
Here in this room, desiring you,
Thinking of your blue-shadowed silk,
Is music. It is like the strain
Waked in the elders by Susanna:
Of a green evening, clear and warm,
She bathed in her still garden, while
The red-eyed elders, watching, felt
The basses of their beings throb
In witching chords, and their thin blood
Pulse pizzicati of Hosanna.
II
In the green water, clear and warm,
Susanna lay.
She searched
The touch of springs,
And found
Concealed imaginings.
She sighed,
For so much melody.
Upon the bank, she stood
In the cool
Of spent emotions.
She felt, among the leaves,
The dew
Of old devotions.
She walked upon the grass,
Still quavering.
The winds were like her maids,
On timid feet,
Fetching her woven scarves,
Yet wavering.
A breath upon her hand
Muted the night.
She turned—
A cymbal crashed,
And roaring horns.
III
Soon, with a noise like tambourines,
Came her attendant Byzantines.
They wondered why Susanna cried
Against the elders by her side;
And as they whispered, the refrain
Was like a willow swept by rain.
Anon, their lamps’ uplifted flame
Revealed Susanna and her shame.
And then, the simpering Byzantines
Fled, with a noise like tambourines.
IV
Beauty is momentary in the mind—
The fitful tracing of a portal;
But in the flesh it is immortal.
The body dies; the body’s beauty lives.
So evenings die, in their green going,
A wave, interminably flowing.
So gardens die, their meek breath scenting
The cowl of winter, done repenting.
So maidens die, to the auroral
Celebration of a maiden’s choral.
Susanna’s music touched the bawdy strings
Of those white elders; but, escaping,
Left only Death’s ironic scraping.
Now, in its immortality, it plays
On the clear viol of her memory,
And makes a constant sacrament of praise.
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