VersiĂłn: IsaĂas Garde
A veces me siento bajo un ĂĄrbol
A leer mis propias dulces canciones;
Aunque nada representen para otros,
Cada verso humilde prolonga
Un tono que se habrĂa perdido
Si no fuera por esas coplas apenas recordadas.
Las conservo como a un bucle o un pétalo
Que alguna querida muchacha me hubiera regalado;
FrĂĄgil registro de una hora, tan breve
Como en los cielos las nubes del ocaso,
Que siguen difundiendo el crepĂșsculo pĂșrpura
En lo alto de la colina sombrĂa del recuerdo.
Aquellas flores, alguna vez silvestres,
Reposan hoy sobre mi inhĂłspito sendero,
Como sobre las cansadas mejillas de un padre
Los rizos de su hijo;
Lo dorado fundiéndose en lo gris,
RobĂĄndose la mitad de sus nieves.
¿QuĂ© mĂĄs da si el polvo se esparce
En torno de esas hojas amarillas;
O si sobre ellas teje sus sarcĂĄsticos hilos
El insecto del olvido?
Aunque las hierbas perturben el curso del arroyo
Este refleja aĂșn el fulgor de mi mañana.
Y asĂ es que amo la sonrisa que surge
De estas canciones descuidadas,
No creas que la engañosa adulaciĂłn inĂștil
Puede turbar mi pecho que se abre;
¿QuiĂ©n, estando a mi lado, podrĂa pisotear
Este puñado de brotes pĂĄlidos, gala de mi jardĂn?
Es posible que mi pobre tesoro
Haya sido lavado por los años
Y donde hubo arenas doradas
No quede mĂĄs que arcilla;
Hay algo que sigue brillando al sol
Para que la memoria lo recuerde.
Y cuando mi nombre no se escuche mĂĄs,
Y mi lira ya no sea conocida,
Que pueda yo, como en invierno el pĂĄjaro,
En silencio y soledad,
Plegar sobre ellos el ala fatigada
Que alguna vez brillĂł con el primaveral rocĂo.
SĂ, que mi fantasĂa envuelva con agrado
A mi juventud que declina,
Para que se agite en el seno rosado
De aquellos pensamientos que una vez fueron mĂos,
Y que el gusano reciba mis modestos acopios
Cuando el Ășltimo lector no lea mĂĄs.
Oliver Wendell Holmes - The Last Reader
I sometimes sit beneath a tree
And read my own sweet songs;
Though naught they may to others be,
Each humble line prolongs
A tone that might have passed away,
But for that scarce remembered lay.
I keep them like a lock or leaf
That some dear girl has given;
Frail record of an hour, as brief
As sunset clouds in heaven,
But spreading purple twilight still
High over memory's shadowed hill.
They lie upon my pathway bleak,
Those flowers that once ran wild,
As on a father's careworn cheek
The ringlets of his child;
The golden mingling with the gray,
And stealing half its snows away.
What care I though the dust is spread
Around these yellow leaves,
Or o'er them his sarcastic thread
Oblivion's insect weaves?
Though weeds are tangled on the stream,
It still reflects my morning's beam.
And therefore love I such as smile
On these neglected songs,
Nor deem that flattery's needless wile
My opening bosom wrongs;
For who would trample, at my side,
A few pale buds, my garden's pride?
It may be that my scanty ore
Long years have washed away,
And where were golden sands before
Is naught but common clay;
Still something sparkles in the sun
For memory to look back upon.
And when my name no more is heard,
My lyre no more is known,
Still let me, like a winter's bird,
In silence and alone,
Fold over them the weary wing
Once flashing through the dews of spring.
Yes, let my fancy fondly wrap
My youth in its decline,
And riot in the rosy lap
Of thoughts that once were mine,
And give the worm my little store
When the last reader reads no more!
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