Margaret Eleanor Atwood (Ottawa, 18 de noviembre de 1939)]
Versión: Isaías Garde
Ya pasaron los días
en que podías caminar sobre el agua.
En que podías caminar.
Esos días se fueron.
Solo un día persiste,
el día en el que estás.
La memoria es hostil.
Solo te habla
de lo que ya no tenés:
una mano izquierda que poder usar,
dos pies que caminen.
Todos los dispositivos cerebrales.
Hola, hola.
La única mano que todavía funciona
se aferra, no quiere soltar.
Eso no es un tren.
No hay ningún grillo acá.
No entremos en pánico.
Hablemos de hachas,
de cuáles son buenas,
y de los muchos nombres de la madera.
Así es como se construye
una casa, un barco o una tienda.
Si no se usa, la caja de herramientas
se niega a revelar sus verbos;
la lima, el cepillo, el punzón,
recaen en el metal en bruto.
¿Reconocés alguna cosa? Pregunté.
¿Algo familiar?
Si, dijiste. La cama.
Mejor contemplar la corriente
que fluye a través del piso
y está hecha de luz de sol,
y el bosque hecho de sombras;
Mejor mirar el fuego del hogar
que ahora es una playa.
A Visit
Gone are the days
when you could walk on water.
When you could walk.
The days are gone.
Only one day remains,
the one you’re in.
The memory is no friend.
It can only tell you
what you no longer have:
a left hand you can use,
two feet that walk.
All the brain’s gadgets.
Hello, hello.
The one hand that still works
grips, won’t let go.
That is not a train.
There is no cricket.
Let’s not panic.
Let’s talk about axes,
which kinds are good,
the many names of wood.
This is how to build
a house, a boat, a tent.
No use; the toolbox
refuses to reveal its verbs;
the rasp, the plane, the awl,
revert to sullen metal.
Do you recognize anything? I said.
Anything familiar?
Yes, you said. The bed.
Better to watch the stream
that flows across the floor
and is made of sunlight,
the forest made of shadows;
better to watch the fireplace
which is now a beach.
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