Ray Bradbury - Cristo Apolo


Ray Bradbury - Cristo Apolo
(Waukegan, 22 de agosto de 1920-Los Ángeles, 5 de junio de 2012)​​

Versión: Isaías Garde


Cantata celebrando el Octavo Día de la
creación y la promesa del Noveno.

Una voz habló en la oscuridad,
Entonces fue la luz.
Y convocadas por la luz hacia la Tierra
Las criaturas llegaron
Nadando hasta a la costa.
Para vivir en el jardín silvestre.
Sabemos todo esto.
Los Siete Días están escritos en nuestra sangre
Con mano de fuego.
Y ahora nosotros, niños de los siete días eternos,
Somos herederos de este, el Octavo Día de Dios,
El largo Octavo Día del Hombre,
Parados ante el Tiempo
En la nevada,
Y oímos los pájaros de la mañana
Y mucho deseamos esas alas
Y buscamos en lo alto las señales de las estrellas
Y necesitamos de ese fuego.

En este tiempo de Navidad
Celebramos el Octavo Día del Hombre,
El Octavo Día de Dios,
Dos mil millones de años incesantes
Desde el primer amanecer sobre la Tierra
Hasta el último amanecer de nuestra partida.
Y el Noveno Día de la Historia de Dios
Y la carne de Dios que se llamó a sí misma Hombre
Se disiparán en alas de fuego,
Reclamados por el sol y quemados en sus hogueras estelares.
Y el amanecer del Noveno Día
Nos mostrará expuestos a la luz y a locas conjeturas
Sobre una costa aún más lejana.

Buscamos allí nuevos jardines para conocernos.
Buscamos una nueva naturaleza,
Y a esa búsqueda errante nos lanzamos.
Las misiones Apolo avanzan, Cristo busca,

Y nos preguntamos al mirar las estrellas:
¿Él las conoció?

¿En alguna remota profundidad universal,
Él recorrió el espacio
Y visitó mundos que están más allá de nuestros sueños afiebrados?
¿Bajó en alguna playa solitaria
No muy diferente de Galilea?
¿Y habrá pesebres por allá, en esos mundos lejanos, que hayan conocido Su Luz?
¿Y vírgenes?
¿Y dulces declaraciones?

¿Y anunciaciones? ¿Y visitaciones de huéspedes angélicos?
Y, destellando en su vasta luz entre diez mil millones de luces,
¿Hubo alguna estrella como la de Belén
Que impactara la vista con reverencia y revelación
En una fría y muy extraña mañana?

En mundos errantes y alejados de este,
¿Se reunieron los Sabios al alba,
Entre los brumosos vapores de la Bestia,
En un establo de repente convertido en santuario,
Para contemplar a un Niño más extraño que el Nuestro?

¿Cuántas estrellas de Belén ardieron brillantes
Más allá de Orión y del arco cegador de Centauro?
¿Cuántos milagros de nacimiento inocente
Han bendecido aquellos mundos?

¿Tiembla Herodes allí
En horrible facsímil de nuestro rey, oscuro y asesino?
¿Envía ese guardián loco de un reino inconcebible
Soldados extraños
A masacrar a los inocentes
De una tierra más allá de la Nebulosa Cabeza de Caballo?

Tiene que ser así.
Porque en este tiempo de Navidad,
En este largo día que suma Ocho,
Vemos la luz, conocemos la oscuridad;
Y las criaturas elevadas, nacidas, libres de tanta noche.
No importa en qué mundo, en qué tiempo o circunstancia
Deben amar la luz,
Así, hijos de todos los innumerables soles perdidos,
Deben temer la oscuridad
Que se funde en un frente oscuro sobre el aire
Y hace vibrar la sangre.
No importa el color, la forma o la medida
De los seres cuyas almas se mantienen palpitantes como carbones
En vastas medianoches:
Necesitan salvarse de sí mismos.
Así en lejanos mundos, en nevadas profundas y claras,
¡Imaginen el cierre de algún año oscuro
Que puede celebrarse con el nacimiento de un Niño milagroso!

¿Un niño
Nacido en los misterios revelados de Andrómeda?
¡Vamos, cuenten sus manos, sus dedos,
Sus ojos y esos increíbles miembros santos!
¿Cuánto suman?
Qué importa. Basta.
Dejen que el Niño sea un fuego tan azul como el agua bajo la Luna.
Dejen que el Niño juegue libre en las olas con peces de apariencia humana.
Dejen que la tinta del pulpo se instale en su sangre.
Dejen que su piel se bañe en lluvias ácidas de química
Caídas de tormentas de pesadilla de limpieza ardiente.

Cristo vagabundea por el universo,
Carne de estrellas,
Toma las formas de las criaturas
Para adaptarse a los elementos más suaves,
Se viste de carne sin que lo sepamos.
Allí camina, se desliza, vuela, tambalea de extrañeza.
Aquí, conduce a los hombres.

Entre tres trillones de rayos
Un billón de rollos de Biblia grabados
Con jeroglíficos de la amplitud de mundos de Dios,
En alfabetos multitudinarios;
Lenguas que no son exactamente lenguas
Susurran, mascullan, interrogan, claman:
Mientras Cristo se manifiesta desde un cielo carmesí retumbante.

Él camina sobre las moléculas de los mares
Hirvientes guisos de bestias
Caldos enloquecidos y maceración de levadura que se alza.
Allí Cristo es conocido con muchos nombres.
Nosotros lo llamamos así.
Ellos lo llaman de otra manera.
Su nombre será una dulce sorpresa en cada boca.
Él viene con regalos para todos,
Aquí: Vino y pan.
Allí: alimentos sin nombre
En desayunos en que los bocados caen de las estrellas
Y Últimas Cenas que se sirven con material de los sueños.
Allí, están en un tiempo anterior a la crucifixión.
Aquí, hace mucho que ha muerto.
Allá, todavía no murió.

No obstante, todavía inseguro y lleno de dudas,
Muy asustado, el hombre de la Tierra busca alrededor
Y se viste de acero
Y comparte el fuego
Y se admira a sí mismo en el gran cristal del Vacío indiferente.
El hombre se construye cohetes
Y va con pisadas de trueno
En humildes avances
Con el más comprensible de los orgullos.
Temerosos de que todo lo demás se adormezca,
De que diez billones de mundos yazgan quietos,
Nosotros, agradecidos por el premio y el beneficio de la vida,
Vamos a ofrecer el pan y a vendimiar el vino;
La sangre y la carne de Él queremos
Para otras estrellas y los mundos alrededor de esas estrellas.

Fletamos carne santa
En visitas extrañas,
Enviamos huéspedes angélicos
Hacia mundos remotos
Para contar nuestra caminata sobre las aguas del espacio profundo,
Llegadas, rápidas partidas
Del hombre más milagroso
Quien, con Dios apretado en cada célula,
Agita la santa sangre
Y anda por la marea crecida
En la costa oceánica del universo.

Un milagro de peces
Engendramos, reunimos, construimos y esparcimos
En metales a los vientos
Que circundan la tierra y vagan en la noche más allá de todas las noches.
Nos elevamos, todo arcángeles, sustentados en fuego
En la vasta catedral, ábside aéreo, hacia la bóveda sin techo
De las constelaciones, todo deslumbramiento ciego.

Cristo no está muerto
Ni Dios duerme
Mientras el hombre despierto
Marche recorriendo el espacio
Para nacer de nuevo
Y el amor renace
Desde el miedo a perderse
En la tierra gastada.
Cumplida la cosecha, repartimos las semillas para seguir cosechando.
Y acabar así con la muerte
Y la noche,
Y la ruina del tiempo,
Y el llanto sin sentido.

Buscamos pesebres en las Pléyades
Donde el hombre-errante-bebé-carne-de-Dios
Pueda reposar con aquellos que se parezcan
A los que una vez se acercaron a adorar la inocencia.

¡Nuevos pesebres esperan!
¡Nuevos sabios divisan
A nuestros huéspedes en sus mecanismos
Que escriben vida inmortal
y firman: Dios!
Abajo, abajo cielos alienígenas.

Y después de haber volado, de haberse ido, llegado y acostarse seguros a dormir
En alguna mañana profunda de invierno
A diez billones de años luz
De donde estamos ahora cantando,
Habrá tiempo para pregonar gratitudes eternas,
Tiempo para entender y ver y amar el don de la vida en sí misma,
Siempre menoscabada,
Siempre restaurada,
Yendo de una mano a otra
Del Señor.
Entonces despertamos de la lejana y perdida
Pesadilla guardada por la Bestia
Y vemos nuestra estrella celebrada otra vez en un oriente
más allá de todos los orientes.
Más allá de las ventiscas de nieve que se filtran de las estrellas.
En este tiempo de Navidad
¡Piensa en esa mañana venidera!
Por eso, que salgan tu miedos, tus llantos,
Tus lágrimas, Tu sangre y Tus plegarias.
Todo aletargado y todo loco en su día,
Renacerán
Y escucharán la trompeta sonando desde el aire sacudido por los cohetes.
Todo humilde, todo despojado
De orgullo, libre ya de desesperación.
¡Escuchen ahora! ¡Oigan ahora!
¡Esta es la mañana del Noveno Día!

¡Cristo se levanta!
¡Dios sobrevive!
¡Congrégate, Universo!
¡Observen, Estrellas!
¡En los exultantes países del espacio,
En un súbito simple prado
Lejos, más allá de Andrómeda!
¡Oh Gloria, Gloria, una Navidad nueva
Desgajada del terreno mismo y del cerco de la muerte,
Arrancada a su garra universal,
A sus dientes, a su aliento más frío!
Bajo el sol más extraño,
Oh Cristo, Oh Dios,
Oh hombre soplado en los más increíbles materiales,
Eres el Salvador del Salvador,
El pulso de Dios y el compañero del corazón,

¡Tú! El huésped que Él levanta
A lo alto de la consagración;
Su amada necesidad de conocer y de tocar y de contarse maravillas
A Sí Mismo.

¡En este tiempo de Navidad
Prepárate
En este tiempo santo
Reconócete a ti mismo como el más raro!

¡Más allá del vasto Abismo
Mira a aquellos hombres que se volvieron sabios
Reunidos con sus dones
Que no son sino vida!
Y vida que no conoce fin.
Admira los cohetes, más que hojarasca, en el aire,
Todos ellos semillas que guardan una semilla santa
Y la esparcen por todas partes en la oscuridad irracional.

¡En este tiempo de Navidad,
En este tiempo santo de Navidad,
Como Él, eres hijo de Dios!
¿Un hijo? ¿Cuántos?
Todos reunidos ahora en uno
Despertarán acunados en el aliento de la Bestia del verano
Que entibia al Niño dormido para la vida eterna.

Debes ir allá.
Por el largo invierno del espacio
Y recostarte en inocencia agradecida
Para dormir por fin.
¡Oh Nueva Navidad,
Oh Dios, motor de lo lejano.
¡Oh Cristo de muchas carnes hecho uno,
Abandona la Tierra!
Dios mismo clama.
Él va a preparar el camino
Para tu renacimiento
En un nuevo tiempo de Navidad,
Un tiempo santo de Navidad,
Este nuevo tiempo de Navidad,
¿Te privas de todo esto?

No, hombre. No debes demorarte en la duda.
No, Cristo. No debes detenerte.
Ahora.
Ahora
Es tiempo de irse.
Levántate y anda.
Nace. Nace.
Bienvenido a la mañana del Noveno Día.
Es tiempo de irse.
¡Alabado sea Dios por esta Anunciación!
¡Alaba!
¡Regocíjate!
¡Por el tiempo de Navidad
Y por el Noveno Día,
Celebración por siempre!



Christus Apollo


Cantata celebrating the Eighth Day of Creation and the Promise of the Ninth

A Voice spoke in the dark,
And there was Light.
And summoned up by Light upon the Earth
The creatures swam
And moved unto the land
And lived in garden wilderness;
All this, we know.
The Seven Days are written in our blood
With hand of Fire.
And now we children of the seven eternal days
Inheritors of this, the Eighth Day of God,
The long Eighth Day of Man,
Stand upright in a weather of Time

In downfell snow
And hear the birds of morning
And much want wings
And look upon the beckonings of stars,
And need their fire.

In this time of Christmas,
We celebrate the Eighth Day of Man,
The Eighth Day of God,
Two billion years unending
From the first sunrise on Earth

To the last sunrise at our Going Away.
And the Ninth Day of the History of God
And the flesh of God which names itself Man
Will be spent on wings of fire
Claimed from sun and far burnings of sun starlight.
And the Ninth Day’s sunrise
Will show us forth in light and wild surmise
Upon an even further shore.

We seek new Gardens there to know ourselves.
We seek new Wilderness,
And send us forth in wandering search.
Apollo’s missions move, and Christus seek,
And wonder as we look among the stars
Did He know these?

In some far universal Deep
Did He tread Space
And visit worlds beyond our blood-warm dreaming?
Did He come down on lonely shore by sea
Not unlike Galilee
And are there Mangers on far worlds that knew His light?
And Virgins?
Sweet Pronouncements?

Annunciations? Visitations from angelic hosts?
And, shivering vast light among ten billion lights,
Was there some Star much like the star at Bethlehem
That struck the sight with awe and revelation
Upon a cold and most strange morn?

On worlds gone wandering and lost from this
Did Wise Men gather in the dawn
In cloudy steams of Beast
Within a place of straw now quickened to a Shrine
To look upon a stranger Child than ours?

How many stars of Bethlehem burnt bright
Beyond Orion or Centauri’s blinding arc?
How many miracles of birth all innocent
Have blessed those worlds?

Does Herod tremble there
In dread facsimile of our dark and murderous King?
Does that mad keeper of an unimaginable realm
Send stranger soldiers forth
To slaughter down the Innocents
Of lands beyond the Horsehead Nebula?

A child?
Born in Andromeda’s out-swept mysteries?
Then count its hands, its fingers,
Eyes, and most incredible holy limbs!
The sum of each?
No matter. Cease.
Let Child be fire as blue as water under Moon.
Let Child sport free in tides with human-seeming fish.
Let ink of octopi inhabit blood
Let skin take acid rains of chemistry
All falling down in nightmare storms of cleansing burn.

It must be so.
For in this time of Christmas
In the long Day totalling up to Eight,
We see the light, we know the dark;
And creatures lifted, born, thrust free of so much night
No matter what the world or time or circumstance
Must love the light,
So, children of all lost unnumbered suns
Must fear the dark

Which mingles in a shadowing-forth on air.
And swarms the blood.
No matter what the color, shape, or size
Of beings who keep souls like breathing coals
In long midnights,
They must need saving of themselves.
So on far worlds in snowfalls deep and clear
Imagine how the rounding out of some dark year
Might celebrate with birthing one miraculous child!

Christ wanders in the Universe
A flesh of stars,
He takes on creature shapes
To suit the mildest elements,
He dresses him in flesh beyond our ken.
There He walks, glides, flies, shambling of strangeness.
Here He walks Men.

Among the ten trillion beams
A billion Bible scrolls are scored
In hieroglyphs among God’s amplitudes of worlds;
In alphabet multitudinous
Tongues which are not quite tongues
Sigh, sibilate, wonder, cry:
As Christ comes manifest from a thunder-crimsoned sky.

He walks upon the molecules of seas
All boiling stews of beast
All maddened broth and brew and rising up of yeast.
There Christ by many names is known.
We call him thus.
They call him otherwise.
His name on any mouth would be a sweet surprise.
He comes with gifts for all,
Here: wine and bread.
There: nameless foods
At breakfasts where the morsels fall from stars
And Last Suppers are doled forth with stuff of dreams.
So sit they there in times before the Man is crucified.
Here He has long been dead.
There He has not yet died.

Yet, still unsure, and all being doubt,
Much frightened man on Earth does cast about
And clothe himself in steel
And borrow fire
And himself in the great glass of the careless Void admire.
Man builds him rockets
And on thunder strides
In humble goings-forth
And most understandable prides.
Fearing that all else slumbers,
That ten billion worlds lie still,
We, grateful for the Prize and benefit of life,
Go to offer bread and harvest wine;
The blood and flesh of Him we Will
To other stars and worlds about those stars.

We cargo holy flesh
On stranger visitations,
Send forth angelic hosts,
To farflung worlds
To tell our walking on the waters of deep Space,
Arrivals, swift departures
Of most miraculous man
Who, God fuse-locked in every cell
Beats holy blood
And treads the tidal flood
And ocean shore of Universe.

A miracle of fish
We father, gather, build and strew
In metals to the winds
That circle Earth and wander Night beyond all Nights.
We soar, all arch-angelic, fire-sustained
In vast cathedral, aery apse, in domeless vault
Of constellations all blind dazzlement.

Christ is not dead
Nor does God sleep
While waking Man
Goes striding on the Deep
To birth ourselves anew
And love rebirth
From fear of straying long

On outworn Earth.
One harvest in, we broadcast seed for further reaping.
Thus ending Death
And Night,
And Time’s demise,
And senseless weeping.

We seek for mangers in the Pleides
Where man the god-fleshed wandering babe
May lay him down with such as these
Who once drew round and worshipped innocence.

New Mangers lie waiting!
New Wise men Descry
Our hosts of machineries
Which write immortal life
And sign it God!
Down, down Alien skies
.

And flown and gone, arrived and bedded safe to sleep
Upon some winters morning deep
Ten billion years of light
From where we stand us now and sing,
There will be time to cry eternal gratitudes

Time to know and see and love the Gift of Life itself,
Always diminished,
Always restored,
Out of one hand and into the other
Of the Lord.
Then wake we in that far lost
Nightmare keep of Beast

And see our star recelebrated in an East
Beyond all Easts.
Beyond a snowdrift sifting down of stars.
In this time of Christmas
Think on that Morn ahead!
For this let all your fears, your cries,
Your tears, your blood and prayers be shed!

All numb and wild one day
You shall be reborn
And hear the Trump break forth from rocket-trembled air
All humbled, all shorn
Of pride, but free of despair.
Now listen! Now hear!
It is the Ninth Day’s morn!

Christ is risen!
God survives!
Gather, Universe!
Look, ye stars!
In the exultant countries of Space
In a sudden simple pasture
Far beyond Andromeda!
O Glory, Glory, a New Christmas
Torn
From the very pitch and rim of Death,
Snatched from his universal grip,
His teeth, his most cold breath!
Under a most strange sun
O Christ, O God,
O man breathed out of most incredible stuffs
,
You are the Savior’s Savior,
God’s pulse and heart-companion,

You! The Host He lifts
On high to consecrate;
His dear need to know and touch and cry wonders
At Himself.

In this time of Christmas
Prepare
In this holy time
Know yourself most rare!

Beyond the vast Abyss
See those men grown Wise
Who gather with their gifts
Which are but Life!
And Life that knows no end.
Behold the rockets, more than chaff, on air,
All seed that save a holy seed
And cast it everywhere in mindless Dark.

In this time of Christmas
This holy time of Christmas,
Like Him, you are God’s son!
One Son? Many?
All are gathered now to One
And will wake cradled in Beast-summer breath
That warms the sleeping child to life eternal.

You must go there.
In the long winter of Space
And lie you down in grateful innocence
At last to sleep.
O New Christmas,
O God, far-motioning.
O Christ-of-many-fleshed made one,
Leave Earth!
God Himself cries out.
He Goes to Prepare the Way
For your rebirth
In a new time of Christmas,
A holy time of Christmas,
This New Time of Christmas,
From all this stay?

No, Man. You must not linger, wonder.
No, Christ. You must not pause.
Now.
Now.
It is the Time of Going Away.

Arise, and go.
Be born. Be born.
Welcome the morning of the Ninth Day.
It is the Time of Going away.

Praise God for this Annunciation!
Give praise,
Rejoice!
For the time of Christmas
And the Ninth Day,

Which is Forever’s Celebration!


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