Anne Sexton - La muerte de Sylvia


Anne Sexton - La muerte de Sylvia
Anne Sexton, USA (1928-1974)

Para Sylvia Plath

Versión: Isaías Garde

Oh Sylvia, Sylvia,
con una caja muerta de piedras y cucharas,
con dos hijos, dos meteoros
errando sueltos por el cuartito de los juegos,
con tu boca en la sábana,
en la viga del techo, en la plegaria muda,
(Sylvia, Sylvia
¿a dónde te fuiste
después de haberme escrito
desde Devonshire
acerca de plantar papas
y de criar abejas?)
¿en qué te apoyaste,
cómo es que te acostaste allí?
Ladrona-
¿Cómo es que te arrastraste hacia abajo,
sola, te arrastraste hacia abajo,
hasta la muerte que yo tanto quería desde hacía tanto tiempo,
la muerte que, decíamos, ambas habíamos dejado atrás,
la que llevábamos en nuestros pechos magros,
de la que hablábamos tanto en Boston
cada vez que nos bajábamos tres martinis extrasecos,
la muerte que hablada de analistas y curaciones,
la muerte de la que hablábamos como novias que conspiran,
la muerte por la cual brindábamos
los motivos y los actos callados?
(En Boston
los moribundos
viajan en taxi,
si, otra vez la muerte,
ese viaje a casa
con nuestro muchacho.)
Oh Sylvia, recuerdo al baterista adormilado
que nos golpeaba los ojos con una vieja historia,
cómo queríamos que viniera
como un sádico o un marica de New York
para hacer su trabajo,
lo necesario, una ventana en la pared o una cuna,
y desde aquella vez el esperó
en nuestro corazón, en nuestra alacena,
y ahora veo que lo estuvimos reservando,
año tras año, viejas suicidas,
y me entero de tu muerte por las noticias,
ese sabor terrible, como de sal.
(Y yo,
yo también.
Y ahora, Sylvia
vos otra vez
otra vez con la muerte,
volviendo a casa
con nuestro muchacho.)
Lo único que digo,
con mis brazos tendidos hacia ese pedregal,
¿qué es tu muerte
sino un antigua posesión,
un lunar caído
de uno de tus poemas?
(Oh amiga,
ahora que la luna es maligna,
y el rey se fue,
y la reina está al borde del colapso,
el borracho debería cantar)
¡Oh, vos también
madrecita!
¡Oh duquesa rara!
¡Oh cosa rubia!





Sylvia's Death

For Sylvia Plath

O Sylvia, Sylvia, 
with a dead box of stones and spoons, 
with two children, two meteors 
wandering loose in a tiny playroom, 
with your mouth into the sheet, 
into the roofbeam, into the dumb prayer, 
(Sylvia, Sylvia 
where did you go 
after you wrote me 
from Devonshire 
about raising potatoes 
and keeping bees?) 
what did you stand by, 
just how did you lie down into? 
Thief - 
how did you crawl into, 
crawl down alone 
into the death I wanted so badly and for so long, 
the death we said we both outgrew, 
the one we wore on our skinny breasts, 
the one we talked of so often each time 
we downed three extra dry martinis in Boston, 
the death that talked of analysts and cures, 
the death that talked like brides with plots, 
the death we drank to, 
the motives and the quiet deed? 
(In Boston 
the dying 
ride in cabs, 
yes death again, 
that ride home 
with our boy.) 
O Sylvia, I remember the sleepy drummer 
who beat on our eyes with an old story, 
how we wanted to let him come 
like a sadist or a New York fairy 
to do his job, 
a necessity, a window in a wall or a crib, 
and since that time he waited 
under our heart, our cupboard, 
and I see now that we store him up 
year after year, old suicides 
and I know at the news of your death 
a terrible taste for it, like salt, 
(And me, 
me too. 
And now, Sylvia, 
you again 
with death again, 
that ride home 
with our boy.) 
And I say only 
with my arms stretched out into that stone place, 
what is your death 
but an old belonging, 
a mole that fell out 
of one of your poems? 
(O friend, 
while the moon's bad, 
and the king's gone, 
and the queen's at her wit's end 
the bar fly ought to sing!) 
O tiny mother, 
you too! 
O funny duchess! 
O blonde thing! 

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