Linda Pastan - Conversación imaginaria

Versión: Isaías Garde  Me hablas de vivir cada día comos si fuera el último. Esto sucede en la cocina cuando antes del café me quejo por el día que me espera -esa carrera de obstáculos de minutos y horas tiendas y doctores.  ¿Pero por qué el último? Pregunto. ¿Por qué no vivir cada día como si fuera el primero- todo ese asombro en bruto, Eva frotándose los ojos al despertar a la primera mañana, y el sol que asoma como una inocente por el este?  Mueles el café con el suave chirrido de la mente que trata de aclararse a sí misma. Yo pongo la mesa y ojeo por la ventana donde el rocío ha bautizado cada superficie viviente.    Imaginary Conversation  You tell me to live each day as if it were my last. This is in the kitchen where before coffee I complain of the day ahead—that obstacle race of minutes and hours, grocery stores and doctors.  But why the last? I ask. Why not live each day as if it were the first— all raw astonishment, Eve rubbing her eyes awake that first morning, the sun coming up like an ingénue in the east?  You grind the coffee with the small roar of a mind trying to clear itself. I set the table, glance out the window where dew has baptized every living surface.


Versión: Isaías Garde

Me hablás de vivir cada día
comos si fuera el último. Esto sucede en la cocina
cuando antes del café me quejo
por el día que me espera -esa carrera de obstáculos
de minutos y horas
tiendas y médicos.

¿Pero por qué el último? Pregunto.
¿Por qué no vivir cada día como si fuera el primero-
todo ese asombro en bruto, Eva
frotándose los ojos al despertar a la primera mañana,
y el sol que asoma
como una inocente por el este?

Molés el café
con el suave chirrido de la mente
que trata de aclararse a sí misma.
Yo pongo la mesa y ojeo por la ventana
allá donde el rocío ha bautizado cada
superficie viviente.



Imaginary Conversation

You tell me to live each day
as if it were my last. This is in the kitchen
where before coffee I complain
of the day ahead—that obstacle race
of minutes and hours,
grocery stores and doctors.

But why the last? I ask. Why not
live each day as if it were the first—
all raw astonishment, Eve rubbing
her eyes awake that first morning,
the sun coming up
like an ingénue in the east?

You grind the coffee
with the small roar of a mind
trying to clear itself. I set
the table, glance out the window
where dew has baptized every
living surface.


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